Ni pienso admitirselo.
¿Por qué? Porque mi orgullo me puede.
Odio que la gente me vea débil, triste
y sobretodo llorando. No me gusta que se queden
con esa impresión de mí. Por eso siempre intento
llevar una sonrisa plasmada en la cara.
Siempre sonriendo, fingiendo aunque
por dentro me duela y sienta que estoy por morirme.
J.
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